sábado, 29 de agosto de 2009

el cangrejo

Todo comenzó una noche de lluvia, el arroyo que está a dos cuadras de mi casa se desbordó, sin causar, afortunadamente, ningún hecho que lamentar. En la mañana, aún sonámbula, me dirigí al lavadero de mi casa para tender la ropa que la noche anterior había lavado, me disponía a tan afanosa labor cuando en una de las cubetas percibí con gran susto que algo se movía, eso me hizo despertar, mandando al carajo la tibieza de mi cuerpo y arrojandome al frío a consecuencia del miedo.


Agudicé la mirada y descubrí en el fondo de la cubeta a un cangrejo. ¿Cangrejo? Pensé que a mi primo José, quien guarda el camión en el patio trasero de la casa, se lo habían regalado y que como iría a trabajar lo había dejado ahí para llevárselo a su regreso, pude ver el camión estacionado afuera, así que salí a preguntarle sobre ese cangrejo, él me contestó que lo encontró afuera del portón, así que para que no lo matara un carro decidió ponerlo en una cubeta.

Ante mi ignorancia hacia los cangrejos, ya que creía que sólo eran habitantes de aguas saladas, así que lo único que se me ocurrió es dejarle caer en la cubeta tortilla desmenusada. Llegué al trabajo y compartí el hecho con un amigo que me sacó del error mándandome un enlace de wikipedia donde explicaba lo que los cangrejos comían. Lamenté mi ignorancia y las horas que mi temporal huesped pasaría en vigilia.

Después de las horas laborales regresé a casa pensando qué haría con él ¿me quedo con él? ¡Imposible! ¿Lo llevo al zoológico? Pero ni idea si ellos podrán hacer algo por él. Así que localicé a una amiga para que me diera el teléfono de alguien que ella conoce que trabaja en el ZOOMAT, pero la respuesta a mi mensaje jamás llegó.

Dudaba en regresarlo al arroyo porque no es un lugar muy limpio que digamos, pero no me quedó otra opción.Así que le pedí a mi primo Felipe, quien desde niño no le teme agarrar a ningún animal, que me apoyara para dejarlo en el arroyo, no quería hacerlo sola, el arroyo por lo regular es solitario y temía llevarme un susto. Vino a la casa y nos llevamos al cangrejo en la cubeta.


Bajamos en una de las orillas del arroyo, claro yo lo hice trabajosamente y con el temor de que me apareciera una culebra. Después de sortear mis imaginarios peligros y mis pocas dotes de equilibrista liberamos al cangrejo que se ocultó en unas pequeñas rocas.



Me sentí aliviada y le desee toda la suerte posible para que tuviera una vida duradera.



Discurso sobre los cangrejos

José Emilio Pacheco

En la costa se afirma que los cangrejos
son animales hechizados
y seres incapaces de volverse
a contemplar sus pasos.

De las tercas mareas aprendieron
la virtud del repliegue, el ocultarse
entre rocas y limo.

Caminante oblicuos,
en la tenacidad de sus dos pinzas
sujetan el vacío que penetran
sus ojillos feroces como cuernos.

Nómadas en el fango y habitantes
en dos exilios:
extranjeros
ante los pobladores de las aguas
y ante los animales de la tierra.

Trepadores nocturnos,
armaduras errantes,
hoscos, pétreos, eternos fugitivos,
siempre rehuyen la inmortalidad
en imposibles círculos cuadrados.

Su frágil caparazón
incitan el quebrantamiento,
al pisoteo...

(Hércules vengó así la mordedura
y Juno que lo envió en su misión suicida
para retribuirlo situó a Cáncer
entre los doce signos del Zodiaco
a fin de que sus patas y tenazas
encaminen al sol por el verano,
el tiempo en que germinan las semillas.)

Se ignora en cuál momento dio su nombre
a ese mal que es sinónimo de muerte.
Aun cuando termina el siglo veinte
permanece invencible
-y basta su mención para que el miedo
cruce el rotro de todos los presentes.

lunes, 17 de agosto de 2009

Presentación del libro de Carlos Jurado en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

La noche del jueves 13 de agosto se dieron cita amigos y admiradores del artista plástico Carlos Jurado en la presentación del libro El arte de la aprehensión de las Imágenes y el Unicornio, por lo que queremos compartir con ustedes un fragmento de esa enriquecedora experiencia. Cortesía de www.archivosonoro.org

Escuchar aquí:

http://www.archivosonoro.org/?id=275

jueves, 13 de agosto de 2009

Nunca he usado la cámara estenopeica con el propósito de lograr una obra de arte: Carlos Jurado



El artista plástico Carlos Jurado Delmar presentó hoy, en la Galería Universitaria de la Unicach, su libro “El arte de la aprehensión de las imágenes y el unicornio”

Por Gabriela G. Barrios García/ Leticia Bárcenas González
Fotos: Édgar Hernández Ramírez

PERFIL
Lugar de nacimiento: San Cristóbal de Las Casas, Chiapas
Fecha de nacimiento: 3 de noviembre de 1927
Número de hermanos: Una de padre y madre y dos medios hermanos, ya todos muertos.
Estado civil: Casado
Número de hijos: Cinco
Número de nietos: Siete, aproximadamente. Risas.
Número de bisnietos: Dos, un varoncito y una mujercita, pero de nietas diferentes.
Estudios: Primaria, prevocacional y pintura
Pasatiempos: Trabajar, pintar.
Película: Son muchas, no tengo una sola. Me gusta el cine alemán.
Comida preferida: Lo que más me gusta es la sopa de fideo y cuando reencuentro los tamales de mole chiapanecos, me encantan.
Rituales: No tengo. Soy, en todos los sentidos, libre pensador.

El artista plástico Carlos Jurado Delmar regresa a Chiapas, su tierra natal, para presentar la tercera edición del libro El arte de la aprehensión de las Imágenes y el Unicornio, obra de culto que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) editó por primera vez hace 30 años, “el historiador y critico de arte José Antonio Rodríguez, dice que es el libro más fotocopiado de México. Yo no tengo el libro original porque los que tuve en mis manos, creyendo que me iban a dar más, los regalé.”

En este libro, el pintor de profesión y fotógrafo por curiosidad, escribe sobre la forma de obtener fotografías a través de una cámara de cartón, con la ayuda imprescindible de un cono llamado unicornio. “Es tan simple, cualquier objeto que pueda aislarse de la luz, como una caja de zapatos, es una buena cámara.”

Sonríe y sus ojos azules se iluminan al recordar cómo inició esta etapa de su trabajo artístico “Empecé a hacer ese tipo de fotografías por casualidad; tengo una hija, que en los años setentas era muy pequeña y estudiaba en una escuela activa, un día llegó diciéndome que le habían dejado como objetivo de investigación descubrir cómo se transmite y se proyecta la luz en una caja oscura, entonces hicimos una cajita para probar, es una cosa muy antigua, por curiosidad le pusimos una película fotográfica, yo tenía un antecedente mas o menos primitivo de cómo se revelaba con la película, lo hicimos, me gustó el resultado, así empecé a hacer esto. Eso fue lo que me inició, la curiosidad infantil de mi hija.”.

Al igual que los niños, Carlos Jurado experimenta, crea, hace magia. “Aparentemente es sencillo pero hay una serie de factores que intervienen, hay leyes físicas muy estrictas. En la cámara tradicional, como dice mi hija: la de verdad, el fotógrafo es el que manipula la cámara, sabe exactamente que es lo que quiere, lo que toma, porque tiene un visor que le permite encuadrar exactamente el ángulo que él desee, en la cámara estenopeica es al revés, el estenopo (pequeña perforación que sustituye al lente, por el cual penetra la imagen) lo maneja a uno porque no se sabe exactamente qué va a ver, puede tener una aproximación pero no hay una exactitud. Este tipo de trabajo le permite a uno tener un índice interesante de búsqueda, de experimentación y de resultados creativos porque por razones físicas el estenopo le da ángulos y atmósferas que no son comunes. Hay algo un poco misterioso en las imágenes estenopeicas.”

MAGIA Y ALQUIMIA
Este aprendiz de alquimista, como se considera, cree en la magia y en los unicornios. “¡Por supuesto que creo en los unicornios! Lo malo es que mucha gente no los quiere ver y los tiene enfrente.” Sin embargo, dice tenerle respeto a la tecnología y no sentir curiosidad por usar una cámara digital “admiro la tecnología, creo que es inherente al momento que estamos viviendo. Tengo amigos que dejaron la fotografía analógica y me preguntan ¿todavía usas charolitas? Les digo: todavía, todavía.” Reímos y en seguida él agrega que tampoco necesita un teléfono celular. “La gente está abusando del celular y está perdiendo libertad, todo mundo sabe donde están, y que están haciendo. No quiero usar un celular en mi vida. También tengo una computadora pero está ya muy vieja, la uso solamente porque no me queda más remedio, para recibir y enviar mensajes, estoy obligado a hacerlo.”

Considera que en el proceso creativo lo más importante es la disciplina, el tesón y la constancia. “El proceso creativo es muy exigente, en la pintura es más evidente porque en ella se requieren factores que en la fotografía no existen de manera tan precisa. La fotografía parte de algo que ya existe, un objeto que puede manejar de diferentes maneras y quién sabe cómo vaya a salir, pero la pintura surge de cero, de algo blanco, de la nada.” Al respecto hace hincapié en que él no trabaja con temas específicos, va buscando lo que le interesa, sin tener un objetivo preciso o un tema específico al cual esté recurriendo. “Nunca he usado la cámara estenopeica con el propósito de lograr una obra de arte, salen a veces pero no porque sea la intención que yo tengo.”.

“He hecho experimentaciones de muchas técnicas, infinitas experimentaciones y para probar que me salen o no voy a donde está más cerca el motivo; subo a la azotea, coloco objetos, fotografío, bajo, hago el experimento, veo qué pasa, pero no lo hago con la intención de lograr algo artístico.”

Habla con pasión y sus manos parecen hablar con él. “Cuando empecé a hacer las cámaras estenopeicas, de manera caprichosa me di a la tarea de tratar de demostrar que cualquier cosa se puede hacer con ellas, hasta cine. Me dijeron que eso no era posible, entonces hice una cámara para hacer películas. Hice una filmación como de cien pies de película con tres temas. Esa vez lo que tenía más cerca era mi mujer y la azotea de la casa, le dije ‘hazte un streeptease, ¿no?’ ¡Quedó muy simpático! También hice un mercado y me fui a la calle a tomar lo que pasaba, fue muy interesante porque aparecía un camión y desaparecía, aparecía otro y desaparecía. De broma titulé al cortito Cine antes del cine.”

Carlos Jurado es fundador de la primera escuela de fotografía en Veracruz y considera que su mirada como fotógrafo y como pintor son diferentes aunque ambas provengan de él, por eso no existe ninguna relación entre su trabajo fotográfico y plástico.

“No soy fotógrafo realmente en la acepción tradicional, utilizo este medio como una extensión de mi trabajo artístico, es una forma de comunicar, si alguna persona le dice algo de lo que he hecho, siento que he cumplido mi objetivo, aunque sea una sola persona, eso me gusta y me hace sentir bien, como que no perdí mi tiempo”.


Nos comparte una de sus innumerables anécdotas, tantas como el número de cajas que ha construido en ese ejercicio: “en una ocasión hice con un tubo largo una cámara telefoto, le puse una especie de visor y salí a la calle, en la estación del metro Chapultepec, un policía pensó que era un arma y me quiso llevar a la cárcel y entonces le dije es de cartón, tuve que abrirla y sacar la película."



EL TERRUÑO
Merecedor del Premio Chiapas, la Universidad Veracruzana le otorgó el Doctorado Honorario y el Instituto Nacional de Antropología el Reconocimiento al mérito fotográfico y la medalla INAH, sin embargo, con voz serena dice no creer merecer muchas de las cosas que le han ocurrido “y no se lo digo para que me diga, sí, sí. Lo siento de verdad. A veces me avergüenza que me den un mérito que no siento tener.” Pintor de gran trayectoria, en los años cincuenta, Carlos Jurado pintó su primer mural en San Cristóbal de Las Casas, en la Escuela de Derecho, ahora Facultad, después de unos años le pidieron otros, los cuáles son el resultado de su año sabático en la Universidad de Veracruz, “el que pinté en los años cincuenta está impecable y de los más recientes hay unos que ya están un poco deteriorados, por lo que volveré para restaurarlos, estoy contento por eso y un poco confundido; aproveché este viaje para darme una vuelta y ver cómo estaban las cosas por allá en el terruño. Chiapas es un lugar entrañable para mí”.

Cuando le preguntamos sobre cómo ve a su entidad cada vez que regresa comentó después de un profundo suspiro: “Hay muchos cambios que no me gustan, por ejemplo en San Cristóbal creo que los cambios que han ocurrido son negativos, pero es una ciudad tan magnifica que de todos modos resiste cualquier cosa, siento que ha sido muy dañada urbanísticamente, no han sabido conservarla como debería de ser, se ha extendido en extremo.

“Hay barrios ya muy feos por todos lados y no era así. Claro uno no puede esperar que las cosas queden petrificadas, somos ya muchos y vamos depredando lo que encontramos, no estamos acostumbrados a construir sino somos
depredadores por naturaleza pero independientemente de todo eso San Cristóbal es una ciudad muy hermosa todavía, tiene algo de misterio.

“Tuxtla se ha modernizado, es una gran ciudad ahora. Recuerdo que hace muchos años cuando trabajé en el Instituto Nacional Indigenista, acá (en Tuxtla) había un centro coordinador, trabajamos varias personas, entre ellas Rosario Castellanos; recuerdo que a veces veníamos a distraernos y la distracción era venir a tomar tascalate y era chiquito, ahora hasta miedo da.”.

EL COMPROMISO
Este hombre que lleva consigo el mar en el nombre, en sus ojos y en sus recuerdos más entrañables, nos comparte que le entusiasman muchas cosas, entre ellas ver a sus hijos, nietos y bisnietos; le asombran los niños, le gusta la gente y especialmente las muchachas bonitas, aclara: “nada más por estética”.

La gente cree que alguien que crea algo tiene objetivos específicos, un plan, él dice no tenerlos, lo que sí tiene muy cierto es su compromiso consigo mismo. “Tengo una forma de expresión en mi vida, soy una persona que ha sido de izquierda y he hecho compromisos muy fuertes ante ese concepto pero nunca en mi trabajo plástico lo he reflejado, he separado, un trabajo plástico puede volverse panfleto
y a nadie le sirve el panfleto, para mi punto de vista me sirve más la actitud humana que un panfleto.”.

Convincente nos comenta que le produce asombro que “los mexicanos aguantemos tanto, tanta injusticia y no hagamos nada” y afirma que ya es muy viejo para tener miedo “ya no le temo ni al coco”. Ríe y con esa imagen en nuestra mente nos despedimos de él.



EN CORTO
Caja: Mi cámara fotográfica

Unicornio: Caballo al que es posible ponerle un cuerno de cartón

Papel: De China

Luz: Metal

Cartón: Corriente

Agujero: Negro

Misterio: Mujer

Tiempo: Universo, espacio.

Estenopo: Chiquitito

Gelatina: La que recubre la placa fotográfica

Pincel: Color

Mural: Espacio

*Entrevista publicada en el diario El Heraldo de Chiapas, 13 agosto 2009.










Audio de la presentación del libro,

sábado, 8 de agosto de 2009

A la lavadora, ¡un monumento, por favor!



Mi jornada laboral en la oficina ha terminado. Llego a casa buscando algo de comer y, una vez saciada mi hambre, lo único que deseo es recostarme en el sillón y entregarme a los brazos de Morfeo, sin embargo, algo en mi inconciente me dice que debo subir a la azotea, en este momento veo a nuestro gato, le gusta ver la ciudad desde ahí o tomarse una siesta sobre la pequeña barda que la rodea. Quisiera hacer lo mismo.

Un ¿Mamá también subo mi uniforme de hoy? me vuelve a la realidad; es hora de lavar la ropa. Veo mi lavadora y pienso en lo afortunada que soy porque aunque hay ropa que forzosamente tengo que tallar a mano (calzones, calcetines o las camisas de los uniformes y una que otra prenda delicada o con una mancha difícil) la lavadora me facilita el trabajo.

Meto las prendas blancas, programo el ciclo de lavado, agrego el detergente y bajo a lavar los trastes, mientras, imagino a las mujeres del siglo XVI, las que no tenían servidumbre por supuesto, lavando sus pesados ajuares con agua caliente y jabón, golpeándolos con palas de madera para quitar la mugre. La mente me envía imágenes de grandes tinajas de madera humeantes y mujeres sudorosas, quizás he visto muchas películas o ¿habré sido en otra vida una lavandera?, eso justificaría mi eterno dolor de espalda.

Ahora, subo de nuevo a la azotea y aparto la ropa de color en oscura y colores diversos. Encuentro un lápiz en el bolsillo de un pantalón escolar que me hace recordar al alemán Jacob Schäffern, que además de profesor, religioso y micólogo, fue un gran inventor ya que, según leí, en 1767 construyó el primer prototipo de lavadora, pero como suele pasar a menudo, un gandalla gringo llamado Nathaniel Briggs consiguió la primera patente en los Estados Unidos, claro, 29 años después.

A mi lavadora, que es blanca, la llamo "güera", con cariño, porque no sólo es mi aliada sino una extensión de mis manos cuando del ropaje se trata. Mientras ella se hace cargo de la ropa oscura, tiendo la blanca.

Lo que me parece curioso es que se considera como su inventor al ingeniero norteamericano Alva Fisher, ¡a este hombre sí que lo haría parte del monumento a la lavadora!, ya que desarrolló la primera eléctrica y completamente automática, tan parecida a mi querida güera. Según www.wikipedia.org fue en el año 1901 cuando la inventó aunque la patentó hasta 1910, precisamente el año en que México se convulsionaba bajo una revolución en la que las mujeres no sólo seguían a sus hombres arriesgando la vida sino que les resolvían su precaria vida doméstica, ¿cómo?, pues guisando para ellos y lavando sus ropajes en los ríos que encontraban a su paso. Ya imagino a la Adelita medio encuerada a la orilla de un río lavando los pantalones, calzones y camisas olorosos a sudor, polvo y pólvora de su sargento. ¿Qué hubiera sido de esas valientes y enamoradas mujeres, si hubieran conocido la lavadora?

Ahora es el turno del resto de la ropa. Ni modo güera, a seguir trabajando. Veo girar el tambor y pienso que así es la vida, un remolino de vivencias, de las cuales sólo debemos dejar lo mejor, lo positivo. La risa de mis hijos me recuerda que por su seguridad debo cerrar la tapa.

Ese fue el motivo precisamente, la seguridad, por el que el mister Fisher, le acondicionó a su invento una puerta conocida como ojo de buey, por la forma -no piense que era dedicatoria-, que impedía el agua salpicara fuera del tambor evitando así un cortocircuito.

He tendido la ropa oscura, bajo a revisar tareas escolares en lo que termina el ciclo de lavado. Por cierto, no crea que después de la Revolución ya todas las mujeres mexicanas adquirieron una lavadora. Tuvieron que pasar como tres décadas para que algunas de ellas pudieran hacerlo. Primero necesitaban electricidad en su casa y después el dinero suficiente para comprarla. A mí me la obsequiaron y desde la primera lavada la amé.

Hace poco he enseñado a mi hijo mayor a usar la lavadora, es hora de que aprenda para ser más independiente. He pensado en ahorrar para comprarme (se aceptan donaciones) una lavadora “Tu turno”, espero que pronto la traigan de España que es donde ha nacido. Dicen, porque ni a la güera ni a mí nos consta, que esta maravilla no deja que la misma persona la use dos veces seguidas, ya que reza la publicidad: su sistema computarizado reconoce la huella dactilar del usuario para ponerla en marcha. Así que si los demás miembros de la familia quieren su ropita limpia tendrán que hacer un turno, lo que le dará tiempo libre a las mujeres. ¿Para qué? Quizá para que hagan la escaleta de su próxima novela o pongan al día la contabilidad de su empresa o simplemente para ver jugar a sus hijos.

Subiré a tender la última carga. Pienso que nunca mejor, como en este caso, ha estado empleada la palabra carga. El diccionario define que carga es una cosa que hace peso sobre otra. En mi caso, y en el de muchas otras mujeres, algunas labores domésticas hacen peso sobre nuestro estado emocional.

Debo confesar que considero una perdida de tiempo lavar y cocinar. Por eso sugiero un monumento a la lavadora y espero que algún día inventen una estufa que guise sola. Así tendré más tiempo para leer, escribir, borrar de mi inconciente estereotipos absurdos o simplemente soñar con un mundo mejor.

Leticia Bárcenas González