domingo, 14 de agosto de 2011

II. De la cifra




Soy la que emerge hacia la claridad


He olvidado mi nombre


y sólo el intento de recordarlo


sostiene mi cuerpo que se disipa


como estas últimas sombras.


He de recordar también, la cifra exacta de ese sueño


– y olvidarla después, como olvidé


los labios que hirieron la fruta madura de mi corazón.


Tres era la cifra y en el sueño


éramos tres los que soñábamos.


Compartíamos un mismo nombre,


un mismo cuerpo estremecido


– mas eran tres las voces que alternaban


sus mansos ríos, su trébol inconstante.


Soy la que emerge hacia la claridad.


Una a una me dejan las palabras


y sé que no he de recobrar


el dulce nombre que nos dio la noche.


Queda la oscura sensación de nuestra voz dividida,


la ronda fugitiva de nuestro aliento


que ya entrego y olvido:

murmullo en una sola agua desdichada.


domingo, 7 de agosto de 2011

III. Del naipe


La que habla dormida y tiende una red más pura que el silencio.

La que traza el sortilegio del trébol inconstante y se abandona al calmo fluir del cuerpo como un animal satisfecho y luminoso.

La que aguarda en el umbral; sonámbula indecisa entre la vida y la muerte, entre el amor al sueño y el temor al sueño.

La que alberga en su mirada los favores de la luna y elude al espejo que refleja a los amantes dormidos con una espada entre sus cuerpos desnudos.

La perfecta solitaria; la que atraviesa los campos de batalla con un estandarte siniestro, con un canto más alto y más antiguo.

La hermosa ciega de los burdeles sórdidos, la predilecta en los juegos secretos de las niñas.

La inmaculada; la que deja en las iglesias su orina minuciosa, su perfume más delicado que el incienso.

La que arroja el tercer naipe bajo la sucia carpa de una feria allende su vigilia, y en ese trance adivina los signos del naipe, y en ese naipe la salvación y la derrota.

La que habla dormida y dice con su voz de agua desdichada, huyente: Yo soy el nombre que olvidamos.

Jorge Esquinca